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HISTORIA DEL MONASTERIO DE SAN JOSÉ

Siempre en camino. De Segovia a Zaragoza

Al morir Santa Teresa el 15 de octubre de 1582 ha dejado fundados 17 conventos de monjas, casi todos en Castilla, ninguno en Aragón.

Debido a su fama de santidad y a los prodigios que el Señor ha realizado por su medio son muchas las ciudades españolas que desean tener un monasterio de sus monjas, entre ellas Zaragoza.

Es el arcipreste de la catedral, don Jerónimo de Sora quien pide a la Orden la fundación. El provincial y su consejo la aceptan y son designadas para ir a ella la madre Isabel de Santo Domingo, priora de Segovia y otras seis religiosas.

Don Andrés de Bobadilla que ha sido obispo de Segovia y ahora lo es de esta ciudad, sabiendo que va de priora la madre Isabel a quien él conoce y aprecia, concede el permiso con mucho gusto.

Fray Juan de la Cruz acaba de ser destinado a Segovia como prior y es uno de los del consejo provincial que ha dado su consentimiento. La fundación puede contar con su bendición y oración.

Las acompaña el padre provincial Juan de Jesús María -Roca-, (que se considera hijo espiritual de la madre Isabel), y otro joven que se dirige a Lérida a tomar el hábito; en religión se llamará fray José de Jesús María y llegará a ser General de la Orden.

Llevan dos carros: uno para el equipaje y otro para ellas, además cincuenta escudos para los gastos del viaje y lo que se presente; los frailes y mozos en caballerías. La madre Isabel de Santo Domingo ha conocido a la madre Teresa antes de que iniciase su aventura de fundadora. Ha sido una de las siete primeras que entraron en la nueva fundación: San José de Ávila, y ha tenido el privilegio de ser su novicia y acompañarla después en varias de sus fundaciones.

Confidente de la Santa, de sus ideales y proyectos, estando en esta ciudad de Zaragoza tendrá que declarar en su proceso informativo de canonización todo lo que sabe de la Madre. Conservamos su testimonio firmado de su mano.

De las otras seis hermanas, cinco han conocido a la Madre Teresa y prestarán testimonio en su momento en el dicho proceso.

Parten de Segovia el 22 de julio de 1588, fiesta de santa María Magdalena, la amiga del Señor que estaba siempre atenta a su palabra. Muy oportuno empezar la marcha bajo su protección ya que se trata de fundar un monasterio de amigas del Señor y que tienen como primera misión escuchar y meditar su palabra día y noche como indica la regla carmelitana. Ella les va a acompañar y proteger durante todo el camino.

Entre sus brazos la madre lleva una pequeña imagen de San José, es el verdadero Padre y protector de la Orden y no puede faltar. Además, esta imagen ha pertenecido a la Santa y eso da a sus ojos un valor especial. Cuando lleguen a Zaragoza la colocarán en el mejor lugar, pues será el titular de la nueva fundación y un recuerdo de la Santa Madre para las que vayan entrando sin haberla conocido.

Actualmente con las buenas carreteras de que disponemos, el recorrido que les espera sería de 350 kilómetros aproximadamente. Entonces por esos caminos, teniendo que bordear la sierra del Guadarrama, ¿cuántos serían? No sabemos, sólo que les supuso quince días de viaje en pleno verano.

Por otras ocasiones ya conocemos como se vive dentro de los carros durante estas travesías; se sigue el horario conventual, tañendo con la campanita a los actos correspondientes: oración, rezos litúrgicos, comidas, recreo… Los carreteros procuran acoplarse a este ritmo.

En Anguita, donde conocen a la familia de Pedro Pedraza y Catalina Gaitán se hospedan. Una de sus hijas, -Magdalena- encantada por el estilo de las monjas pidió marchar con ellas y así lo hizo. Será la primera carmelita descalza de Aragón; se llamó Magdalena de Jesús.

Al llegar a Zaragoza, antes de acudir a la casita que les tenían preparada provisionalmente, en la calle Mantería, se dirigieron al Pilar para pedir la protección de Nuestra Señora y ofrecerle la nueva fundación. Allí, delante del templo unos chiquillos contemplaban el espectáculo: unas cuantas monjas bajando del carro y una joven que no lleva hábito con ellas… Uno de esos chiquillos, será conocido con el tiempo como San Vicente de Paul y dejó escrito: “yo vi la llegada de las carmelitas…la madre llevaba un San José…”

Aquella primera casa, con el afluir de vocaciones en seguida resultó pequeña, por lo que poco tiempo después tienen que trasladarse provisionalmente a un convento que estaban edificando los padres dominicos, donde actualmente se halla la Iglesia de Santiago. El año 1602 la comunidad emprende un nuevo traslado que pudo ser definitivo… el convento estaba situado entre lo que hoy es la calle Bilbao y calle Casa Jiménez, detrás de la actual Capitanía; y la huerta se extendía hasta cerca de la puerta del Carmen que desde entonces se empezó a llamar así por su proximidad con el Carmelo, (Convento de los Padres Carmelitas de la Antigua Observancia y el nuevo Carmelo Descalzo)

Conseguido un lugar estable, la comunidad empieza a extender sus ramas; en 1603 parten siete religiosas para fundar el Carmelo de Calatayud. Durante 200 años nada alterará su vida conventual. Tendrán los brazos abiertos para acoger a las hermanas venidas de Francia que salen huyendo de la persecución desencadenada por la Revolución Francesa, hasta que la llegada de los franceses en 1808 acaba con la paz de los conventos y de toda la nación.

Debido al sitio estratégico del monasterio, éste se convierte en frente de batalla. Las monjas asisten a los heridos, proveen de agua… hasta que una orden del general Palafox las obliga a abandonar el convento. Se refugian sucesivamente en casas de amigos, en el templo del Pilar y en el convento de Santa Teresa -Fecetas-. Finalmente debido a la precariedad de la situación en Zaragoza, se ven obligadas a trasladarse a Huesca acogidas por sus hermanas carmelitas de dicha ciudad, con quienes comparten cinco años de escasez y zozobras.

El 23 de febrero de 1814, en un intento de recuperar el convento regresan a Zaragoza. Vuelven diez religiosas. En estos años han visto morir a 11; seis durante los sitios y cinco en Huesca debido a la peste.

En audiencia con Fernando VII consiguen que el convento les sea devuelto, -lo había ocupado el Parque de Ingenieros-  pero no será por mucho tiempo, solo veinte años. Lo justo para poco a poco conseguir restaurarlo. La desamortización de Mendizábal las obliga a abandonarlo definitivamente; este edificio le fue asignado al Gobierno Militar y actualmente pertenece al Ayuntamiento.

 La comunidad inicia un nuevo éxodo de 43 años.  Durante todo este tiempo sin casa y sin recursos permanecen unidas y fieles a su vocación. Nuevamente acuden al Monasterio de sus hermanas de Santa Teresa -Fecetas-, donde permanecen hasta el año 1853.

Posteriormente se trasladan al noviciado de los dominicos -que habían sido expulsados por la exclaustración y el lugar estaba vacío-, hasta que una ley del Ayuntamiento ordenó derribar este edificio, ya que amenazaba ruina en el año de 1868.

Los siguientes diez años se acogieron al monasterio de la Encarnación de las Carmelitas de la Antigua Observancia, quienes generosamente las recibieron.

Al fin consiguen comprar un edificio, -unos lavaderos públicos en el Arrabal, hoy calle Sobrarbe- y los habilitan para convento. Felices se trasladan el día de la Visitación en 1878. Finalmente pueden vivir tranquilas y sin sobresaltos.

Pocos años después ya se encuentran en condiciones de responder a la llamada de las Carmelitas de Lisboa que están pasando por momentos muy difíciles debido a la legislación gubernamental que prohíbe la profesión de las novicias. Con este fin en 1889 parten tres religiosas hacia Lisboa.

Pero el convento amenazaba ruina; es preciso construir otro. Una familia cercana a la comunidad regala el terreno en la avenida Cataluña y se construye el actual. Este último traslado se efectuó el 5 de noviembre de 1954.

Ahora sí, la comunidad goza de un convento nuevo y adaptado para vivir su vida contemplativa.

El 24 de agosto de 2022 nuestras hermanas del monasterio de Santa Teresa (Fecetas) deciden por diversas circunstancias cerrar su monasterio y fusionarse al nuestro, iniciando así una nueva etapa para ambas comunidades y vivir con renovada ilusión y fidelidad nuestra vocación, formando unidas el Carmelo de San José y Santa Teresa.

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