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HISTORIA DEL MONASTERIO DE SAN JOSÉ

Siempre en camino. De Segovia a Zaragoza

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     El 4 de agosto de 1588,     siete monjas procedentes de Segovia llegan a Zaragoza; habían salido el 22 de julio, con dos carros, uno para ellas y otro para el equipaje, y cincuenta escudos. Por el camino se les agregó una joven, les ha pedido compartir su vida, será la primera novicia del nuevo convento: Magdalena de Jesús.

De priora viene Isabel de Santo Domingo, la íntima amiga de Santa Teresa, su novicia y compañera en las fundaciones. De ella decía la Madre Teresa en voz baja a sus monjas: "...no es menos santa Isabel de Santo Domingo que Catalina de Sena".

Ya en Zaragoza la primera visita es para la Virgen del Pilar. Van a poner a sus plantas la nueva fundación. De ahí se dirigen a una casita situada junto a la calle Montería, hoy Valenzuela.

Dos años después, como aquella casa no reunía condiciones, se trasladan provisionalmente a un convento que estaban edificando los PP. Dominicos, donde actualmente se halla la Iglesia de Santiago. Aún hoy, en un lateral exterior, se adivinan unos claustros que pudieron ser los del antiguo convento.

El año 1602 la comunidad emprende un nuevo traslado, el que pudo ser definitivo. El convento estaba situado por la Plaza de Aragón (el antiguo edificio del Gobierno Militar) y la huerta se extendía hasta cerca de la Puerta del Carmen, que desde entonces se llamó así por la proximidad con el Carmelo.

Conseguido un lugar estable, la comunidad empieza a extender sus ramas. En 1603 parten siete religiosas para fundar el Carmelo de Calatayud.

Durante 200 años nada alterará su vida conventual, ¡eso sí!, tendrán los brazos abiertos para acoger a las hermanas que acudan de Francia huyendo de la persecución desencadenada por la Revolución Francesa, hasta que la llegada de  los franceses en 1808 acaba con la paz de los conventos y de toda la nación.

Debido al sitio estratégico del monasterio, éste se convierte en frente de batalla. Las monjas asisten a los heridos, les animan, les proveen de agua, hasta que una orden del General Palafox les obliga a abandonar el convento. Se refugian sucesivamente en el templo del Pilar, en el convento de Santa Teresa de Carmelitas Descalzas y finalmente en las Carmelitas Descalzas de Huesca con las que comparten cinco años de escaseces y zozobras.

El 23 de febrero de 1814, en un intento de recobrar el convento regresan a Zaragoza. Vuelven diez religiosas. En dos años han visto morir a once. Séis durante los Sitios, y cinco en Huesca, debido a la peste.

En audiencia con Fernando VII consiguen que el convento les sea devuelto, pero no será por mucho tiempo, sólo veinte años. Lo justo para poco a poco conseguir restaurarlo. La Ley de Mendizábal las expulsa definitivamente. Es el 5 de febrero de 1835 y empieza para la comunidad un nuevo éxodo de cuarenta y tres años. Durante todo este tiempo sin casa y sin recursos permanecen unidas y fieles a su vocación.

Al fin consiguen comprar unos lavaderos en el Arrabal y habilitarlos para convento. Felices se trasladan el día de la Visitación de 1878. La comunidad vive nuevamente tranquila y sin sobresaltos y pocos años después ya se encuentra en condiciones de responder a la invitación que les hace el cardenal primado de Portugal para acudir a restaurar el Carmelo en la nación hermana. Con este fin, en 1889 parten tres religiosas hacia Lisboa.

Pero el convento del Arrabal, no podía ser menos, amenaza ruina. Es preciso construir otro. Una familia cercana a la comunidad regala el terreno en la Avda. Cataluña y se construye el actual. Este último traslado se efectuó el 5 de noviembre de 1954.

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